El llanto ¿Porque no deja de llorar mi hijo?
Cuando su madre se negó
a satisfacer sus deseos, Marina comenzó a llorar.
La pequeña había aprendido que, si insistía
con su llanto, mamá accedía finalmente a darle
lo que pedía. Pero, aunque sean lágrimas de
cocodrilo, no dejan de decir que algo está pasando
entre madre e hija: sin saber por qué, la madre se
altera ante los llantos y acaba cediendo a sus demandas.
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Se ha instalado una dinámica que
resulta perjudicial para ambas. Si la actitud materna no
varía, Marina se valdrá de este recurso cada
vez que quiera obtener algo.
Pero no siempre, en los niños, las
lágrimas son de cocodrilo. Otras veces son auténticas
manifestaciones de dolor y malestar. Evidentemente, no significa
lo mismo el llanto de un bebé que el de un niño
de dos años o las lágrimas del chico que ya
ha cumplido los 13. Si el bebé es muy llorón,
es habitual y comprensible que se impaciente. Conviene entender
que, como aún no dispone del lenguaje, su llanto
es su forma privilegiada de comunicación y constituye
todo un mensaje: es la manera de hacernos saber su malestar.
No se trata de dejarlo que llore, como tanto se dice, si
no de calmarnos para no intranquilizarlo más e intentar
averiguar la causa de su llanto.
LLANTO CON MOTIVO
Alrededor de los dos años, a la
reciente autonomía y el disfrute de una mayor libertad
se contrapone un aumento de las prohibiciones que, aunque
conviene que no sean excesivas, son necesarias. En la llamada
edad de las rabietas, el niño está emocionalmente
frágil e inestable, y sus lágrimas son la
manifestación más palpable de su malestar.
La paciencia y la comprensión de los adultos le ayudarán
a sobrellevar esta etapa que, ciertamente, en ocasiones
tampoco resulta muy fácil para los padres.
En general, el llanto de los pequeños es algo que
no toleran bien los adultos. Tienden a pensar que no tiene
razones justificadas, de ahí la típica frase
de antaño: Ahora llorarás con motivos, que
precedía a veces a algún castigo. Los padres
creen además, que la causa del llanto no suele tener
demasiada importancia. Parten de la idea de que la niñez
es un período de la vida fácil, en el que
no hay problemas, pero se trata de un error.
Como hay que actuar
Una forma de expresarse.
Hasta que maduran y aprenden a asimilar las cosas que les
ocurren, encuentran en las lágrimas un modo de expresión
de lo que les angustia o contraría. Aún no
disponen de los recursos que les permitirían relativizar,
por ejemplo, la pérdida de un objeto. Quienes han
observado a los niños pequeños saben el dolor
y el desconsuelo que esto les produce. Ese hecho, que para
el adulto no tiene lógica ninguna, para el niño
supone una pérdida irreparable, y por eso llora con
amargura.
Situación externa.
Otras veces, el nacimiento de un hermanito es, por ejemplo,
capaz de conmover el mundo afectivo del pequeño y
hace que sus lágrimas estén siempre a flor
de piel. Si reconocemos el dolor que lo origina, podremos
darle consuelo, soportando el llanto con paciencia y serenidad.
El motivo.
Tanto si es una forma de conseguir cosas del adulto como
si se trata de un llanto sentido y sincero, debemos preguntarnos
por su motivación. No se llora sin motivo. Aunque
éste no sea suficiente para el adulto, para el pequeño
tiene otra dimensión.
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